La primera vez que conoces a alguien, haces contacto visual. Sonríes, dices hola. Debería ser simple, si eres alguien más que yo. La primera vez que conocí a Dylan Reed, me encontré haciendo contacto visual con una parte diferente de su cuerpo. Verás, soy muy buena siendo tímida, sin mencionar que soy muy versada en divagaciones sin sentido y, desafortunadamente, soy bastante hábil para hacer el ridículo frente a un chico que me atrae.
En ese momento, no sabía nada sobre él y pensé que nada de lo que dijera importaría, ya que nunca volvería a hablar con él. Resulta que estaba muy equivocada. Era el receptor estrella del equipo de fútbol americano, uno de los pocos jugadores que se esperaba que llegara a la NFL, y terminé viéndolo por todo el campus.
También podría haberle hecho proposiciones, huir de él, atacarlo con un utensilio de cocina... y... eh, tal vez no debería contártelo todo. Es algo bastante normal, cosas que esperarías... de mí. Finalmente, llegó el momento en que ya no podía esconderme, no es que él me hubiera dejado, aunque lo intentara.
Hasta ahora, nunca supo que lo estuve mirando en secreto. Ahora que nos vemos todos los días, él sabe cuándo me cuesta mirar hacia otro lado. No ayuda que tampoco sea la persona más sutil del mundo.
Me sonríe y me dice que me encuentra fascinante por mis peculiaridades. Ni siquiera puedo decirle que creo que mi corazón late de manera diferente cuando él está cerca.
Cree que seremos mejores amigos. Creo que tengo una gran cosa por él, y cuanto más lo conozco, más no me importa que no se me permita ser su amiga, y mucho menos enamorarme de él.
La cuestión es que eso es exactamente lo que estoy haciendo, lo que estamos haciendo, creo.