#1
El destino me hizo inmortal.
La sed me convirtió en un monstruo.
En el momento en que me convertí en vampiro, la sangre me cantó una canción de seducción que ha estado cantando desde entonces. Pero nunca perdí realmente mi alma hasta que lo encontré.
Enoch. Mi mitad perdida. La única criatura cuya depravación podría rivalizar con la mía. Él robó esta maldición miserable de mis venas y me dejó destrozado en su búsqueda del poder que juré que nunca pasaría a otro.
Le odiaba. Le amaba. Y pensé que viviría el resto de mis días sabiendo que todo el caos que reinaba en este mundo era obra mía.
Entonces, un inesperado salvador me sacó de la oscuridad. Un cazador, que insiste en que hay otra forma. Una forma de revertir la destrucción y expiar a mi malvado hijo y mi mayor pecado.
Pero primero tengo que matarlo.
Si acepto, nos condeno a ambos.
Si me niego, condeno al mundo.
No sé si esta es mi última confesión o la historia de amor más blasfema que jamás se haya contado, pero de cualquier manera, este relato es fiel a lo mejor que recuerdo.
Las memorias de un vampiro no son para los débiles de corazón, pero no cuento mi historia para conmemorar una vida bien vivida. Lo cuento porque el comienzo de mi historia es lo que marca el final de todo.
